PROGRAMAS DE INTERVENCIÓN EN LA PRIMERA INFANCIA

Los programas de intervención en la primera infancia -que ofrecen una combinación de actividades de enseñanza no escolar, salud y nutrición para lactantes y niños pequeños y en las que participan sus madres y otras personas encargadas del cuidado del niño o en el programa- han sido muy beneficiosos para el desarrollo de los niños que han participado. En los países desarrollados, se ha comprobado que, gracias a los programas de intervención destinados a lactantes y niños en edad preescolar que se llevan a cabo en centros comunitarios o en el hogar con utilización de diferentes estrategias educacionales, el desempeño de los niños en mediciones de capacidad intelectual o en pruebas de procesos cognoscitivos concretos (atención, aprendizaje y memoria), puede mejorar. Esa mejora se ha atribuido a cambios en la motivación, a una mejor adaptación a las condiciones de la prueba, a la ampliación del ámbito cognoscitivo del niño y a cambios en el uso de estrategias cognoscitivas. También se ha observado que las madres y otras personas encargadas de cuidar a los niños que han participado en dichos programas han tenido contactos verbales más frecuentes con los niños y han asumido una función más activa como intermediarios entre el niño y su medio; asimismo, han aumentado sus conocimientos sobre las necesidades de los niños y su propia autoestima (Smilansky, 1979).

Los efectos de los programas para el desarrollo en la primera infancia pueden variar según el momento en que se apliquen y su duración. Es decir, los datos disponibles confirman que, cuanto más pequero sea el niño en el momento de matricularse en un programa preescolar, mayores serán los beneficios; además, cuanto más tiempo permanezca el niño en el programa, mayores serán las oportunidades de proteger el desarrollo psicosocial del niño de las condiciones negativas del medio.




UNA POLÍTICA EDUCATIVA PARA LA PRIMERA INFANCIA






Está demostrado que el mayor desarrollo del cerebro ocurre durante los tres primeros años y depende en parte, del entorno en el que el niño1 crece, de su nutrición, su salud, la protección que recibe y las interacciones humanas que experimenta. La atención, el cuidado y una educación de buena calidad son factores determinantes para que los procesos físicos, sociales, emocionales y cognitivos se desenvuelvan apropiadamente y contribuyan a ampliar las opciones de los niños a lo largo de su vida. La educación inicial es un proceso permanente y continuo de interacciones y relaciones sociales de calidad, pertinentes y oportunas, que posibilitan a los niños potenciar sus capacidades y adquirir competencias en función de un desarrollo pleno como seres humanos y sujetos de derechos. Como tal, requiere un cuidado y acompañamiento apropiado del adulto que favorezca su crecimiento y desarrollo en ambientes de socialización sanos y seguros.

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